sábado, 30 de enero de 2016

Parece que papá Estado ya no reparte caramelos...

Parece que papá Estado ya no reparte caramelos y capaz hasta esté pensando en nuestro futuro...


A poco más de un mes de gestión de la nueva administración, comienzan a oírse voces que reclaman sobre los ¡resultados! de las medidas económicas que hasta ahora se fueron adoptando. Dichas voces se concentran en los impactos inmediatos de las medidas, y más aún en los impactos distributivos de las mismas, acusando al gobierno de favorecer a ciertos sectores, como si ese fuese el fin último de la política adoptada.
Más allá del sesgo erróneo de pensar que el gobierno es responsable de asignar recursos per-se, y por ende de dar o quitar a tal o cual sector, las voces que reclaman resultados a tan poco de andar no contemplan la dimensión dinámica de la política económica.
Bajo ese enfoque, las quitas o bajas de retenciones, por ejemplo, son interpretadas como una mera medida para favorecer al campo y transferirle recursos a dicho sector, mientras que la suba de las tarifas de luz, por mencionar otro ejemplo, se interpretan como un descuido cruel a los sectores medios y bajos.
Otra lectura, sin embargo, ha de entender que la política económica tiene efectos dinámicos, es decir a lo largo del tiempo, y que en este breve lapso de gestión se estarían viendo las primeras medidas de un programa tendiente a corregir los desequilibrios macro y microeconómicos que hace rato venían profundizándose, llegando en los últimos tiempos a niveles insostenibles. Una economía que no logre reestablecer dichos equilibrios, a mediano y largo plazo será incapaz de ofrecer condiciones de vida favorables a sus habitantes.
Si de no pagar costos políticos se trata, es más fácil para el gobernante permanecer en el populismo y proveer medidas amigables para la mayoría de la población, a costa de hipotecar el futuro. De ese modo, el progreso será solo una ilusión de corto plazo, solo hasta que la pobreza y el subdesarrollo emergen nuevamente y en forma más virulenta desde debajo de la alfombra.
Por el contrario, cuando se trata de poner a la economía en el sendero de desarrollo sostenible y largo plazo, es menester comenzar por cancelar las hipotecas y poner la casa en orden y es rescatable que un político esté dispuesto a gastar capital político para avanzar en ello.
Un padre responsable pone límites a sus hijos para beneficiarlos a largo plazo, aunque tenga que pagar el costo del berrinche. El padre irresponsable, por su parte, descuida el futuro y hace del presente una fiesta.
Después de muchos años, parece que los argentinos hemos apostado por la responsabilidad y el nuevo gobierno parece entenderlo y operar en consecuencia. Pero los beneficios de actuar con responsabilidad se obtienen a mediano y largo plazo, igual que los límites que un padre pone a sus hijos. Es una construcción lenta y que debe sostenerse día a día a lo largo de mucho tiempo.
Lo importante es que el entendimiento de este proceso sea cada vez más amplio, por una proporción cada vez mayor de la población, para que sea sostenible y evitar que por ansiedad o falta de entendimiento volvamos a reclamarle con urgencia caramelos al papá Estado, y esquivemos así otra vez los esfuerzos que requiere crecer y volvernos económicamente adultos.

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